Tomar alimentos en mal estado puede suponer desde una simple indigestión hasta problemas realmente serios, e incluso la muerte. Y el dato de AECOSAN es muy claro: más de la mitad de las intoxicaciones y toxiinfecciones alimentarias ocurren en el hogar. Por eso este artículo está enfocado a dar a conocer unas pautas sencillas para evitarlas o al menos minimizarlas. Te damos una serie de consejos muy útiles sobre cómo evitar intoxicaciones alimentarias.
Cuando vamos a comprar al supermercado, algo que debemos tener en cuenta es que los productos congelados se deben coger justo antes de salir de la tienda. Así evitamos que se vayan descongelando mientras seguimos comprando. Otra parte fundamental es fijarse en el etiquetado, sobre todo en las fechas de caducidad o consumo preferente.
Antes de comenzar a cocinar, toda la fruta o verdura que vaya a ser utilizada debe ser perfectamente lavada y si se puede, desinfectada. Esto también es aplicable a todos aquellos utensilios que vayamos a utilizar, como cuchillos, tablas, etc, sin olvidar, por supuesto, nuestras manos. Una vez hemos comenzando a cocinar hay que evitar utilizar los mismos utensilios para los productos crudos y los ya elaborados.
Nunca hacerlo a temperatura ambiente. Las bacterias dañinas para el ser humano se multiplican enormemente a temperaturas cercanas a la del cuerpo, 37ºC, por tanto, si descongelamos a temperatura ambiente el periodo que pasan a esa temperatura es mayor, dándoles mucho tiempo a crecer y multiplicarse. Si descongelamos en la nevera sabemos que ese alimento nunca superará los 6-8ºC, quedando lejos de la temperatura idónea de desarrollo de bacterias dañinas.
Los huevos crudos pueden ser un medio de transmisión de bacterias patógenas, siendo la salmonella la principal. Esta bacteria se encuentra en los intestinos de las gallinas ponedoras, cuyo orificio de salida está pegado al del huevo, por lo que, cuando éste sale, se puede contaminar por la bacteria. Es necesario lavar el huevo, pero justo antes del momento de ser utilizado y evitando que la clara o la yema rocen la cáscara. Así evitaremos que la bacteria pase al alimento.
A las bacterias patógenas, como hemos dicho antes, las temperaturas entre los 34 y 42ºC les encanta y en esas conidiciones crecen sin mesura, así que la idea es que los alimentos estén entre estas temperaturas el mínimo tiempo posible. Por eso no hay que descongelar a temperatura ambiente y cocinar bien los alimentos, que superen EN EL CENTRO DEL PRODUCTO los 65ºC.
Desecha el alimento. Los productos alterados sí son detectables a simple vista, pero los que están contaminados no, así que lo mejor es no arriesgarse.
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