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¿Qué sucede con las abejas? ¿Por qué están desapareciendo?

Hace unos años la comunidad científica mundial empezó a preocuparse por el alarmante descenso de la población de abejas en muchos países del mundo. Y la cuestión puede no parecer demasiado grave, pero las consecuencias de la pérdida en masa de colonias de abejas son terribles y ya las estamos sufriendo.

El principal valor de las abejas no es su capacidad para elaborar el edulcorante natural más utilizado desde la antigüedad, la miel, sino sus funciones polinizadoras. El primer efecto de una falta de abejas es una menor polinización de las flores y por tanto una menor producción del fruto que saldría. Peras, manzanas, tomates, etc. dependen de las abejas para su reproducción, y si hay menos cantidad de esos frutos en el mercado, ¿Cuál es la primera reacción? La subida de precios. Aquí tenemos ya la primera consecuencia directa para el hombre, para las familias.

Las abejas también polinizan plantas que no consume el ser humano directamente, como el trébol o la alfalfa, que sí son consumidos por el ganado (aunque cada vez menos). Y si no hay alimento para el ganado, hay menos ganado, y si hay menos ganado su carne es más cara, lo que provoca aumento de precios. Segunda consecuencia directa.

Pero ¿por qué están desapareciendo? Las abejas tienen su propio mundo de enfermedades y parásitos, y su principal enemigo es un parásito llamado Varroa Destructora. Se aferra a las abejas y chupa su sangre. Además hace que circule un virus entre ellas, con lo que su mortalidad puede ser enorme. Pero el ser humano es también muy responsable de este exterminio por varias causas. Desde hace algunos años el sistema agrícola ha cambiado drásticamente. Se ha pasado de sembrar diferentes plantas en pocos espacios a una única especie muy rentable en grandísimas extensiones de terreno. La consecuencia directa para las abejas es que solo tienen un tipo de flor con el que alimentarse, por tanto su dieta es deficiente y mueren.

Además se ha implementado el uso de un tipo de insecticida, los neonicotinoides, con un efecto devastador contra las plagas… y contra lo que no lo son. Este tipo de insecticida, absolutamente tóxico, se reparte por toda la planta, desde las raíces hasta el pólen, por lo que las abejas que lo consumen o mueren intoxicadas o se desorientan, se pierden y mueren, o si la dosis no es alta, llegan a la colmena y elaboran miel, tóxica, que ingiere el ser humano. Tercera consecuencia directa. Pero no solo se utilizan neonicotinoides. El mundo de la agricultura utiliza cientos de tipos de plaguicidas, que también afectan a las abejas y por tanto al hombre. Un reciente estudio de la Universidad de Penn State definió seis insecticidas diferentes en el polen que las abejas llevaban a su colmena.

Pero la esperanza es lo último que se pierde. Y podemos ayudar todos a recuperar este fundamental insecto. Si cada uno de nosotros plantamos plantas que den flores de buena calidad para las abejas (lavanda, trébol, margaritas, girasoles y tantas otras) y no les añadimos insecticidas, haremos de ellas una buena alimentación para las abejas y que recuperen su lugar, y si eso es bueno para las abejas, es bueno para todos nosotros.

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